
Que pasaría si de pronto despertáramos y la vida se mostrara pía.
Si una mañana, al abrir los ojos, el mundo se revelara bueno y todos tuvieramos la certeza de que a la vuelta de la esquina nos esperaría nuestra Maria Kodama (o nuestro Javier Otálora).
A veces pienso en lo afortunado y a la vez lo solido y entero que debe de ser aquel que decide unir su vida con otro y expresarlo a través de la descendencia. Admiro a la gente que en éstos tiempos convulsos, de crísis y confusión tiene el valor de tener un hijo. Me llena de felicidad que todavía haya algunos que puedan encontrar a su Vittoria Colonna, teniendo el valor y la suerte de compartir los viajes de la vida, juntos.